Según fuentes locales, la mayoría de los desplazados son alauitas, aunque también se reporta la presencia de cristianos y otras minorías que huyen. de los enfrentamientos en las regiones costeras de Siria. Este éxodo masivo pone de manifiesto la fragilidad de la situación humanitaria en el país, mientras el nuevo gobierno transitorio, liderado por fuerzas de oposición como Hayat Tahrir al-Sham (HTS) y el Ejército Nacional Sirio (SNA), lucha por consolidar su control.
Un Refugio Improvisado en Medio del Conflicto
La base de Khmeimim, un bastión estratégico ruso desde 2015, ha abierto sus puertas a los civiles desesperados que buscan protección. Informes recientes, como el publicado por Frente Sur el 7 de marzo, indican que cientos de familias alauitas llegaron a la base en las últimas horas, huyendo de una rebelión en la costa siria que ha dejado más de 230 muertos. Aunque no se ha confirmado la cifra exacta de refugiados, las imágenes satelitales y testimonios sugieren que el número podría ascender a millas, colapsando las capacidades logísticas del enclave militar ruso.
Entre los desplazados se encuentran también cristianos, quienes temen represalias en un contexto de violencia generalizada. Líderes religiosos, como los patriarcas de las iglesias ortodoxas griega y siríaca, han denunciado “masacres contra civiles inocentes”, aunque no han señalado directamente al nuevo gobierno como responsable de una persecución sistemática contra esta minoría. “Escapamos con lo que pudimos llevar; no sabemos si nuestras casas seguirán en pie mañana”, relató un refugiado anónimo a medios locales.
El Nuevo Gobierno y la Sombra de la Violencia
El colapso del régimen de Assad marcó el fin de una era, pero también desató un vacío de poder que ha exacerbado las tensiones sectarias. El gobierno transitorio, encabezado por Mohammed al-Bashir y respaldado por el SNA y Turquía, ha prometido estabilidad, pero los informes de violencia persisten. Un artículo de Newsweek del 8 de marzo señala que “cientos de minorías, incluidos cristianos, han sido asesinados” en áreas como Latakia, aunque no hay evidencia concluyente de que estas muertes sean parte de una campaña orquestada por las nuevas autoridades.
Contrario a los rumores circulantes, la ONU, la OTAN y la Unión Europea no han respaldado oficialmente al nuevo gobierno. La UE, por ejemplo, ha condicionado cualquier apoyo al respeto de los derechos humanos y la protección de las minorías, según declaraciones recientes. Esto desmiente afirmaciones de que el éxodo a Khmeimim sea una respuesta directa a políticas genocidas avaladas internacionalmente.
Rusia frente a una crisis humanitaria
El gobierno ruso, aliado histórico de Assad, enfrenta ahora un dilema en Khmeimim. Aunque la base ha servido como refugio temporal, no hay indicios claros de que Moscú esté desplegando grandes cantidades de ayuda humanitaria o transporte para reubicar a los desplazados. En diciembre de 2024, imágenes satelitales mostraron a Rusia evacuando equipo militar de la base ( Reuters ), lo que sugiere que su prioridad ha sido proteger sus intereses estratégicos. Sin embargo, la apertura de Khmeimim a los refugiados indica un cambio táctico, posiblemente para mantener influencia en la región mientras se negocia con las nuevas autoridades sirias.
“La base no está diseñada para esto”, comentó un analista militar ruso a DW . “Con capacidad para alojar a unas 1.000 personas, cualquier cifra superior requeriría un esfuerzo logístico masivo que aún no se ha materializado”. La situación se agrava por la falta de recursos básicos, como alimentos y medicamentos, lo que podría forzar a Rusia a tomar decisiones urgentes en los próximos días.
Un futuro incierto
El éxodo hacia Khmeimim es solo un reflejo de la crisis más amplia que atraviesa Siria. Con millones de desplazados internos y un país fragmentado por años de guerra, la comunidad internacional observa con cautela. Mientras tanto, los refugiados en la base aérea rusa se enfrentan a un destino incierto, atrapados entre la esperanza de seguridad y la realidad de un conflicto que no muestra signos de resolución.
“Solo queremos vivir”, expresó una madre alauita mientras sostenía a su hijo en los afueras de la base. “No importa quién gobierne, solo queremos paz”. Para ella y miles más, Khmeimim se ha convertido en un símbolo de supervivencia en medio del caos.
