Proteínas de origen vegetal o animal: un estudio revela cómo cambian las necesidades según la edad

Un reciente estudio publicado en la revista Nature ha arrojado luz sobre cómo las necesidades de proteínas varían a lo largo de la vida, destacando que las proteínas animales son cruciales para la supervivencia infantil, mientras que las vegetales benefician más a los adultos y adultos mayores. Este análisis, basado en datos nutricionales y demográficos de 101 países entre 1961 y 2018, subraya la importancia de adaptar la dieta a las etapas de la vida para optimizar la salud y reducir la mortalidad.

Proteínas animales: esenciales en la infancia

Durante los primeros cinco años de vida, las proteínas y grasas de origen animal desempeñan un papel fundamental en la supervivencia infantil. Estas fuentes de nutrientes son clave para el crecimiento, el desarrollo y el fortalecimiento del sistema inmunológico en una etapa de alta vulnerabilidad biológica. Según el estudio, un suministro adecuado de proteínas animales está directamente relacionado con una menor mortalidad en niños, especialmente en regiones donde el acceso a alimentos ricos en nutrientes es limitado.

Proteínas vegetales: el aliado de la adultez

A medida que avanzamos hacia la mediana edad y la vejez, las proteínas vegetales se convierten en un factor determinante para una vida más larga y saludable. El estudio encontró que un mayor consumo de proteínas vegetales, combinado con una reducción en las grasas totales, está asociado con una menor incidencia de enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer. Este cambio en las necesidades nutricionales refleja los efectos acumulativos de la dieta en el envejecimiento y la salud a largo plazo.

Un enfoque sostenible y equitativo

El estudio también pone de manifiesto los desafíos de los sistemas alimentarios globales, que enfrentan la presión de ser más sostenibles. La producción de alimentos de origen animal genera una parte significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que ha impulsado la promoción de dietas basadas en plantas. Sin embargo, los investigadores advierten que reducir indiscriminadamente el consumo de proteínas animales podría afectar negativamente a grupos vulnerables, como niños y mujeres embarazadas.

Por ello, los autores abogan por políticas nutricionales que consideren la edad como un factor crítico. La transición hacia dietas sostenibles debe equilibrar la proporción de proteínas animales y vegetales según las necesidades de cada etapa de la vida, garantizando tanto la salud pública como la sostenibilidad ambiental.

Desigualdades en el acceso a proteínas

El análisis revela marcadas desigualdades en el acceso a fuentes de proteína. Los países con mayor PIB per cápita tienen una mayor disponibilidad de proteínas animales, mientras que las regiones con menos recursos económicos —como partes de América Latina, África y Asia— dependen más de las proteínas vegetales. Sin embargo, a lo largo de las décadas estudiadas, se observó una tendencia hacia una mayor paridad en la disponibilidad de proteínas animales (ABP) y vegetales (PBP) a nivel global, reflejando cambios en los patrones de consumo y producción.

Metodología innovadora

Utilizando el marco geométrico para la nutrición (GFN), los investigadores analizaron más de 4.000 tablas de vida específicas por país, año y sexo, combinando datos de la FAO, la ONU y la Base de Datos de Mortalidad Humana. Esta metodología permitió identificar patrones claros en la relación entre los macronutrientes y la mortalidad según la edad, proporcionando una base sólida para sus conclusiones.

Un mensaje claro: la dieta debe adaptarse a la edad

El estudio concluye que no existe una dieta única para todas las edades. Las estrategias para promover sistemas alimentarios sostenibles deben reconocer esta variabilidad y redistribuir los recursos alimentarios de manera que se prioricen las proteínas animales en la infancia y las vegetales en la adultez y vejez. Este enfoque no solo mejoraría la salud global, sino que también contribuiría a mitigar el impacto ambiental de la producción de alimentos.

En un mundo donde la sostenibilidad y la equidad son prioridades, este estudio ofrece una hoja de ruta para diseñar políticas alimentarias que equilibren las necesidades nutricionales con los imperativos ambientales, asegurando un futuro más saludable para todas las generaciones.

fuente: Infobae