FALLECIÓ JOSÉ «PEPE» MUJICA A LOS 89 AÑOS: EL EXGUERRILLERO QUE LLEGÓ A PRESIDENTE DE URUGUAY

José «Pepe» Mujica, ex presidente de Uruguay y símbolo mundial de austeridad y humildad, murió este martes a los 89 años en su modesta chacra en las afueras de Montevideo, tras luchar contra un cáncer de esófago. La noticia fue confirmada por el presidente uruguayo Yamandú Orsi.

Orsi, discípulo político de Mujica, expresó su dolor en X: «Con profundo pesar anunciamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, líder y guía. Te extrañaremos mucho, querido viejo. Gracias por tu inmenso amor por nuestro pueblo.»

Una vida de contrastes

La vida de Mujica fue un mosaico de contradicciones: revolucionario que abrazó la democracia, presidente que rechazó el lujo y agricultor con sabiduría de filósofo. Nacido en 1935 en Paso de la Arena, un suburbio humilde de Montevideo, creció en la adversidad tras la ruina económica de su padre. Junto a su madre, Lucy, cultivó flores y verduras para subsistir, una práctica que marcó su conexión con la tierra.

En los años 60, su despertar político lo llevó a cofundar el Movimiento Tupamaros, un grupo guerrillero de izquierda que recurrió a la lucha armada, asaltando bancos y desafiando las desigualdades de Uruguay. Esos años turbulentos lo vieron arrestado, baleado con seis disparos y encarcelado durante 13 años, gran parte en aislamiento bajo condiciones inhumanas. Liberado en 1985 tras una amnistía democrática, abandonó la violencia y se integró al sistema político con el Frente Amplio.

De rebelde a estadista

La carrera política de Mujica culminó con su presidencia entre 2010 y 2015, tras ser senador y ministro de Ganadería. Su gestión destacó por reformas progresistas, como la legalización de la marihuana y el matrimonio igualitario, y por su compromiso con la austeridad. Vivía en una sencilla chacra con su esposa, Lucía Topolansky, conducía un viejo Volkswagen Escarabajo y donaba la mayor parte de su salario a obras benéficas, ganándose el apodo de «el presidente más pobre del mundo».

Su mesa de cocina, descrita en una entrevista en 2004, era un reflejo de su cosmovisión: caótica pero intencionada, repleta de huevos, un casco de moto, tomates y un libro de fotografía latinoamericana. “Hay que volver a lo simple, a la palabra dada, al desorden creador”, dijo entonces, anticipando el espíritu que guiaría su liderazgo.

Una figura regional y su relación con Argentina

Mujica trascendió las fronteras de Uruguay, convirtiéndose en un referente político de América Latina. Sin embargo, su relación con Argentina fue compleja. Aunque inicialmente cercano al kirchnerismo, el conflicto por la papelera Botnia enfrió los lazos. “Somos hijos de la misma placenta”, expresó alguna vez, abogando por la unidad entre ambos países. Sus críticas directas, como calificar de derroche la gestión argentina en la crisis del campo de 2008, generaron roces.

Aun así, Mujica supo tender puentes. Su abrazo con el ex presidente uruguayo Julio Sanguinetti, un antiguo adversario, simbolizó la reconciliación en un país que sanó las heridas de su pasado. “¿Se arrepiente de algo?”, le preguntó un periodista. “De no haber sido mejor persona. Pero lo peor es que no fuimos útiles para evitar el golpe que se venía. Ese es el mayor fracaso de los Tupamaros”, respondió.

Un legado de sencillez y civismo

Mujica deja un legado de autenticidad y coherencia. Vivió de espaldas al confort, comiendo asado con las manos, usando chancletas con medias y hablando sin filtros. Para él, la riqueza estaba en las cosas simples y permanentes, como la tierra que nunca pierde valor. Su filosofía de “ordeñar, no aplastar” a la burguesía reflejaba su pragmatismo: el socialismo necesitaba recursos para prosperar.

En Uruguay, su liderazgo ayudó a consolidar un sistema político envidiable, sin clientelismos ni líderes perpetuados en el poder. Mientras Argentina enfrenta sus propias divisiones, el ejemplo de Mujica y el civismo uruguayo invitan a la reflexión. Como él decía, era “un simple inquilino de paso con derecho a usar la cocina”. Hoy, su ausencia deja un vacío, pero su vida sigue siendo una lección de humanidad y compromiso.